martes, 2 de mayo de 2023

Las siete palabras, La Plata, 2000.

 

Ángel de todos los días

de todas 

y cada una

de mis tristezas

y alegrías.

Ángel que conversas

conmigo

amantísimo aliento

voz eterna

infinita.

Ángel de los signos

primeros 

y finales

revelas ecos insondables

del misterio y la luz.

Ángel que me orientas

e iluminas

me proteges

mientras cargo

yo mi cruz.


"Perdónalos porque no saben lo que hacen" (Lc 23, 34)


Perdóname Jesús

Jesús que mueres por mí.

Me pierdo demasiado

atiendo los demonios

errantes

al acecho

confundo los caminos

de los justos

con migajas

de mi error.

Perdóname Jesús

yo sé

que hago mal

trueco

el bálsamo 

que das

por el dolor

en mí 

que duele 

en vos.

Sin embargo,

una vez

más

abuso

de tu amor

te ruego

no me niegues

la compañía 

de tu abrazo

después de la caída.

Tu mano tendida

es milagro

que aquieta

mi agitado respiro

la herida de mi culpa

elevándome

desde el mar de dudas

hasta tus cumbres

generosas

de perdón.


"Hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Lc 23, 43)


Subo las gradas

persiguiendo 

tu vuelo

atreviéndome

a volar

cancelo el horizonte

detengo los pies

a tres pasos 

de tu manto

muy cerca de tu nombre.

Son las alas

de tu ángel

las que abrigan

mi pecho

crezco desde ti

entre nubes

que me cuentan

de tus ojos

escrutando 

el universo.

Tal vez

tu armonioso

paraíso

sea el único

motivo

verdadero

que impulsa

mis sienes

fuera

de la tierra.

La razón

dulcísima razón

que envuelve mi poesía

de esperanza

y melancolía

por la distancia

que se mece

todavía 

entre tu cielo

y mi lluvia. 


"Mujer, aquí tienes a tu hijo Juan; hijo, aquí tienes a tu madre, María" (Juan 19, 26-27)


¡Qué belleza de muerte!

la que abre sus ventanas 

a la vida,

la que reúne a la madre 

con su hijo

la muerte que de muerte

sólo contiene el instante

sobre un fondo eterno

de vida,

danzarina.

Antes de nacer

amé

en mis padres

la vida;

ahora 

que aún

no he muerto

la muerte humana, pasajera

¿cómo renegar de la vida

que me espera?

Vida

verde y agua

que se amiga

con la muerte

por toda

la hermosa 

vida

que en brazos

de la muerte

viene.


"Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado? (Mc 16, 34), (Mt 27, 46)


Hubo un tiempo

hace poco tiempo

en que huí

de tu regazo

por pura urgencia de ti

no me bastó tu paciencia

quise darte lecciones

no me alcanzó tu presencia

quise acercarme

más a ti.

Nunca

me abandonaste

ni siquiera cuando ofendí

tu mirada con mi ceguera

cuando escribí 

sobre tu frente

que eras apenas 

un hombre

un hombre bueno

abandonado por Dios.


"Tengo sed" (Juan 19, 28)


Tengo sed, dijiste,

y sólo te ofrecí

mi llanto.

Cuando tuve sed

del tuyo,

supe de tus lágrimas

que nunca se derraman

se conservan puras

en tu fuente

de agua fresca.

Manantial que no me atrevo

ni a tocar

cuando veo que en sus aguas

mi rostro se embellece

cuando miro en el espejo

de tu cara

cómo adquiere

sólo ínfimo

pálido destello

del divino resplandor.


"Todo se ha cumplido" (Juan 19, 30)


Cristo

que mueres

por mí

que conversas conmigo

me conoces tanto

sabes

que falta trecho

todavía 

que enciende 

entre rosas 

y espinas

la vida

terrena,

paces

y guerras

que alejan

aún

de ti.

Pese a lo cerca

que estamos

desde aquel día

inesperado

feliz

cuando tu ángel

estrechó mi mano

camino

de la catedral

de las torres inconclusas

y delante de ti

crucificado

me susurró 

al oído: "Habla tú con Dios".

Fue después de escucharme

que advertiste

amoroso

enérgico

vibrante:

"Hazlo, pero hazlo ya".


"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 46)


Hincado ante la Cruz

de tu Pasión

penetro

desde la primera

en todas tus palabras

inclinada mi voluntad

hacia la tuya

bendecido

por el espléndido 

presente de tu fe

que multiplica 

en mí

los panes y los peces

de mi esperanza

avivando el fuego 

del amor por ti, 

hoguera que abrasa 

sin consumir

extasiado para siempre

por tu llama

en tu Padre 

omnipotente

y sabio

con tu silenciosa Madre

y tu ángel

mensajero 

compañero

de mi calles

solitarias.

Amor que estalla

desde tu amor

y se besa 

con todas 

tus creaturas

también con ésta

la que hoy te escribe

desde el retiro

espiritual

de Pascua y Jubileo

donde acudiste

puntual

y solidario

a la cita prometida

con tu pueblo

encuentro de tu verbo

salvador

resucitado

con tu comunidad

de carne, hueso y espíritu

que atesora

defiende

y proclama

tu palabra.

Hermandad humana

que palpita y ama

cuando tú la habitas

la que sólo goza

y canta

cuando vive en ti.


(Juan Rubbini)