lunes, 5 de mayo de 2008

Introducción al estudio de las doctrinas hindúes (I)

Prólogo (I)

Muchas dificultades se oponen, en Occidente, para un estudio serio y profundo de las doctrinas orientales en general, y de las doctrinas hindúes en particular; y los mayores obstáculos a este respecto, no son quizá los que pudieran provenir de los orientales. En efecto, la primera condición que se requiere para este estudio, la más esencial de todas, es evidentemente la de tener la mentalidad requerida para comprender las doctrinas de que se trata, queremos decir para comprenderlas verdadera y profundamente; ahora bien, esta es una aptitud que, salvo muy raras excepciones, les falta por completo a los occidentales. Por otra parte, esta condición necesaria podría ser considerada al mismo tiempo como suficiente, porque, cuando se la llena los orientales no sienten la menor repugnancia para comunicar su pensamiento tan completamente como es posible hacerlo.
Si no hay otro obstáculo real más que el que acabamos de indicar, ¿por qué es que los 'orientalistas', es decir los occidentales que se ocupan de las cosas del Oriente, no lo han superado nunca? Y no podría tachársenos de exageración al afirmar que, en efecto, nunca lo han superado, cuando se comprueba que solo han podido producir simples trabajos de erudición, estimables quizá desde un punto de vista especial, pero sin ningún interés para la comprensión de la menor idea verdadera. Es que no basta conocer gramaticalmente una lengua, ni ser capaz de traducirla palabra por palabra de la manera correcta, para penetrar su espíritu y asimilarse el pensamiento de los que la hablan y la escriben. Hasta se podría ir más lejos y decir que mientras más escrupulosamente literal es una traducción, corre más peligro de ser inexacta en realidad y de desnaturalizar el pensamiento, porque no hay verdadera equivalencia entre los términos de dos lenguas diferentes, sobre todo cuando estas lenguas están muy alejadas una de la otra, y alejadas no tanto filológicamente como en razón de la diversidad de las concepciones de los pueblos que las emplean; y es este último elemento el que no podrá penetrar jamás ninguna erudición. Se necesita para esto algo más que una vana 'crítica de textos' que se extiende hasta perderse de vista en cuestiones de detalle, algo más que los métodos de gramáticos y de 'literatos' y mucho más que un llamado ´método histórico' aplicado a todo indistintamente. Sin duda que los diccionarios y las recopilaciones tienen su utilidad relativa, que no tratamos de discutir, y no se puede decir que todo este trabajo sea inútil, sobre todo si se reflexiona en que los que lo suministran muy a menudo serían incapaces de producir otra cosa; pero desgraciadamente, en cuanto la erudición se vuelve una 'especialidad', tiende a ser tomada como un fin en sí misma en lugar de ser un simple instrumento como debe serlo normalmente. Esta invasión de la erudición y de sus métodos particulares es lo que constituye un verdadero peligro, porque puede absorber a los que serían capaces tal vez de entregarse a otro género de trabajos, y porque el hábito de estos métodos estrecha el horizonte intelectual de los que se someten a ellos y les impone una deformación irremediable.
Aún no hemos dicho todo, y ni siquiera hemos tocado el aspecto más grave de la cuestión: los trabajos de pura erudición son, en la producción de los orientalistas, la parte más engorrosa, es verdad pero no la más nefasta; y al decir que no había nada más quisimos decir nada que tuviese algún valor, aun de alcance restringido. Es verdad que en Alemania principalmente, se ha querido ir más lejos y, siempre con los mismos métodos, que ya no pueden dar nada aquí, hacer obra de interpretación aportando a ella por añadidura todo el conjunto de ideas preconcebidas que constituye su mentalidad propia, y con el prejuicio manifiesto de hacer entrar las concepciones de que se ocupan en los cuadros acostumbrados del pensamiento europeo. En resumen, el error capital de estos orientalistas, dejando a un lado la cuestión del método, es el de ver todo desde el punto de vista occidental y a través de la mentalidad de ellos, mientras que la primera condición para poder interpretar correctamente una doctrina cualquiera es naturalmente hacer un esfuerzo por asimilársela y para colocarse, tanto como sea posible, en el punto de vista de los que la concibieron. Decimos tanto como sea posible, porque no todos pueden lograrlo igualmente, pero por lo menos todos pueden intentarlo; si evitan que su espíritu sistemático los lleve, por una aberración increible, hasta el punto de creerse capaces de comprender las doctrinas orientales mejor que los mismos orientales: pretensión que solo sería risible si no estuviese unida a una voluntad bien determinada de 'monopolizar' en cierto modo los estudios en cuestión. Y en efecto, para ocuparse de ellos, no hay en Europa, fuera de estos especialistas entre comillas, más que una categoría de soñadores extravagantes y de audaces charlatanes a los que se podría considerar como cantidad despreciable, si no ejercieran, ellos también, una influencia deplorable desde diversos puntos de vista, como lo expondremos en su lugar de manera manera más precisa... (Continúa)
René Guenon (Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes)

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