viernes, 16 de octubre de 2009

De la magia erótica al amor romántico (VIII)

Mito y ritual del amor cortés (II)

Trobar clus y Gay saber


El secreto constituye una seña de identidad fundamental en este ritual amoroso. El trovador celebra a su dama en poemas siempre crípticos para el profano. Esto indica el término trobar clus (cantar cerrado) y también las expresiones Gay saber o Gaya ciencia, que designan el conocimiento de las leyes de este arte del secreto. Gay, en provenzal, significa gallo, según Gerard de Sede. Nos hallamos, por tanto, ante la 'ciencia del gallo', animal solar, emblema de Hermes, que también evoca la traición de Pedro al negar a Jesús, alusión que seguramente tenía una carga importante para los cristianos heréticos del Mediodía.

Las imágenes del gallo, que posteriormente fue sustituido por la del carnero en el primer blasón de Toulouse, también evoca a otras aves simbólicas, como el ganso (jars), guardián del Capitolio de la ciudad y emblema de aquel que entiende el jargon, el "gorjeo de los pájaros", que era concebido como el emblema del idioma trovadoresco. El simbolismo nos advierte que nos hallamos ante un arte difícil que configura una lengua secreta. En consecuencia, las palabras como tales siempre son imágenes que no deben entenderse de una forma literal, sino figurada.

Gerard de Sede nos recuerda que jar, en el argot francés, alude a aquel que entiende el jargon o "idioma de los pájaros", deliberadamente oscuro, como vemos en términos como jerga o jerigonza, derivados de dicho gorjeo. Y añade también que los trovadores atribuían un valor mágico a pájaros como el grajo, el estornino y el loro, que podían imitar el habla humana. En este contexto, descifrar el código de los trovadores sería asociar el simbolismo fonético verbal con la filosofía del amor cortés, estableciendo relaciones de analogía y armonía entre la música, la métrica y la imaginería plástica. Para los trovadores provenzales su arte consistía, precisamente, en embrollar el sentido de las palabras, creando nuevos significados con su combinatoria. El sentido del poema o trova nunca es evidente, siempre se oculta tras los tropos (figuras retóricas) y se propone como un reto o acetijo.

El lenguaje de la trova se transforma así en un hilo de Ariadna que permite al héroe - si éste es capaz de descifrarlo- orientarse en el Laberinto. De ahí que el trovador recorra sobre todo a los dobles sentidos, a las estructuras antitéticas en la que dos téminos que parecen excluirse por ser contradictorios cooperan secretamente para expresar un sentimiento nuevo; por ejemplo, con expresiones del tipo "póstumas lascivias", más allá de la vida física, y el sustantivo se refiere a una sensualidad bien carnal. ¿Cómo puede ser póstuma una lascivia? Pues bien, hallar la respuesta es comprender "el gorjeo" trovadoresco.

El trovador no lo pone nunca fácil. Ama el retruécano, el jeroglífico, las claves fonéticas y, sobre todo, el doble sentido que juega con la bisemia; así, por ejemplo, como veremos más adelante al interpretar una trova en castellano para ilustrar en qué consiste esta técnica, el término "potro" se utiliza de modo ambiguo, de tal forma que en principio no sabemos si se trata de un "caballo" o del "instrumento de tormento medieval". La intención del poeta puede ser cualquiera de las dos e incluso aludir a ambas a la vez. Básicamente, podríamos definir el trobar clus como el arte de comunicar un pensamiento o mensaje secreto por este sistema.
Con estos antecedentes, cabe preguntarse por qué entonces los trovadores cultivaron formas poéticas rígidas y convencionales. En el concepto moderno, una poesía oscura y rebuscada que se complace en "embrollar el sentido de las palabras", parece hallar su forma más adecuada en una gran libertad expresiva desquiciando también las normas de la métrica. Sin embargo, los trovadores hicieron todo lo contrario. Su poesía no innova, ni en materia de tema o argumento ni en lo que atañe a la forma exterior. En este aspecto, la trova aparece como radicalmente conservadora.
En realidad, esta sumisión extrema a la preceptiva literaria resulta vital para el secreto que comunican crípticamente los trovadores. Al repetir siempre el tema de un amor desdichado, al ceñirse a un fondo común de recursos poéticos, se hace posible constituir un auténtico idioma mistérico. Si no existiese un canon y unas convenciones, la interpretación de las expresiones utilizadas quedaría librada al arbitrio de la subjetividad de cada uno. Pero esto no era el propósito de los trovadores. Ellos deseaban comunicar un mensaje secreto y unívoco. A su vez, el rito del amor cortés, como cualquier otra liturgia, exigía asimismo una salmodia inalterable. Como sucede en el famoso Romancero español con "Misa de amor", en el cual los monaguillos recitan "amor", en lugar de "amén", la trova cumple la misma función litúrgica que una misa, un bautismo o una ordenación. Por tanto, es imprescindible que exista un código básico que no puede faltar en ningún caso, así como una reiteración fija que exprese los pasos simbólicos fundamentales del rito.


Continuará...

Luis G. La Cruz, El secreto de los trovadores

No hay comentarios: