miércoles, 14 de octubre de 2009

Sobre la Paz Perpetua, de Immanuel Kant

http://peondebrega.blogspot.com/2009/10/sobre-la-paz-perpetua-de-immanuel-kant.html






"Si existe un deber y al mismo tiempo una esperanza fundada de que hagamos realidad el estado de un derecho público, aunque sólo sea en una aproximación que pueda progresar hasta el infinito, la paz perpetua, que deriva de los hasta ahora mal llamados tratados de paz (en realidad, armisticios), no es una idea vacía sino una tarea que, resolviéndose poco a poco, se acerca permanentemente a su fin"
Immanuel Kant (1795)



Se puede, queridos lectores, considerar este pequeño opúsculo kantiano como la base filosófica de organizaciones internacionales tales como la Sociedad de Naciones, constituida tras la I Guerra Mundial, o la actual Organización de Naciones Unidas; asimismo, el proyecto de Alianza de Civilizaciones, propuesto por José Luis Rodríguez Zapatero, Presidente del Gobierno de España, encuentra raigambre entre sus páginas. Y es que la idea de un supra-estado cosmopolita, inherente a éstas instituciones, recorre las páginas de este escrito de carácter ético-jurídico-político, que se puede encuadrar en la órbita de la Crítica de la Razón Práctica.

Llama la atención en la lectura de Sobre la Paz Perpetua, salvando las distancias, la antigua asimilación platónica entre al psique humana y la organización del Estado, lo cual denota que para Kant el problema de la relación entre estados no dejaba de ser un problema ético al ser la voluntad, pública en este caso, la que marca su acción respectiva. Así, de la misma forma que un estado quedará formado por la unión de sus ciudadanos, el estado cosmopolita quedará compuesto por la federación de los distintos estados soberanos. El paralelismo entre el ciudadano, libre, sometido a derecho e igual a los demás, tiene su reflejo en la exigencia de la equivalente soberanía de los estados, la cual debe estar sometida a normas universales.

El imperativo ético kantiano es aplicable, mediante aquel paralelismo, al Estado en la persona del político, su dirigente. De esta forma distingue entre el político moral, quien circunscribe su acción a la forma de tal imperativo y, por ende, al interés general, y el moralista político, el que teniendo una moral fundamentada en razones materiales desconoce la existencia de normas universales.

Siguiendo a Hobbes, Kant también considera que al ser humano le es innato el estado de guerra por lo que el estado de paz perpetua es algo que progresivamente, y mediante determinados principios, deber ser instaurado. Tales principios de actuación son reales para el propio Kant, lo que contrasta con el carácter utópico de la Paz Perpetua, dando lugar así a la diferencia entre utopía vertical, la aplicación puntual de aquéllos en la realidad política, y utopía horizontal, la constituída por el horizonte inalcanzable que sirve de guía y norma a la actividad humana.

El filósofo alemán introduce, por último, una fuerza que, de forma inmanente a las acciones de los hombres, y aprovechando su actividad belicosa, irá generando las condiciones sociales idóneas para la instauración de la Paz Perpetua. La Naturaleza, su plan oculto, adquiere el rango de esa fuerza motriz histórica, que ya tuviera la Providencia en Vico y que tendrá la Razón en Hegel, actuando al margen de la voluntad del ser humano.

Con una lectura fácil y sugerente, Peón de Brega recomienda que os hagáis con un ejemplar de este pequeño opúsculo kantiano que podréis encontrar en varias editoriales.

Publicado por David Carrascosa en jueves, octubre 08, 2009

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