martes, 14 de abril de 2009

El rey Arturo y sus caballeros (X)

-Y Merlín prosiguió-: Estos señores rebeldes han jurado no dejar el campo con vida y cuando los hombres llegan a ese extremo pueden arrastrar a muchos consigo antes de morir. Ahora no puedes derrotarlos. Sólo podrás causar muertes y acarrearte pérdidas. Por lo tanto, mi señor, retírate del campo en cuanto puedas y deja que tus hombres reposen. Prodiga el oro y la plata entre tus caballeros, pues bien se lo han ganado. No hay riqueza que baste a sus esfuerzos. Nunca tampoco varones han realizado tantas y tan honrosas proezas contra tan poderoso enemigo. Tus caballeros hoy se han equiparado a los guerreros más valerosos del mundo.

Merlín dice la verdad -exclamaron el rey Ban y el rey Bors.

Entonces Merlín los dejó en libertad de ir donde quisieran.

-Os prometo que durante tres años este enemigo no os molestará. Estos once señores tienen en sus tierras más problemas de los que imaginan -dijo Merlín-. Más de cuarenta mil sarracenos han desembarcado en sus costas y saquean, incendian y asesinan. Han puesto sitio al castillo de Wandesborow y devastan los campos. Por lo tanto, no temáis más a estos rebeldes que bastante atareados están en sus propias tierras.- Y Merlín continuó: Cuando hayas recogido los despojos del campo de batalla, dáselos al rey Ban y al rey Bors para que así puedan recompensar a aquellos de sus caballeros que lucharon por ti. La noticia de estos dones se difundirá por todas partes y cuando necesites hombres en el porvenir no vacilarán en ayudarte. Más tarde podrás recompensar a tu gente.

-Es un buen consejo y lo seguiré -dijo el rey Arturo.

Luego se recogieron los tesoros del campo ensangrentado: armaduras, espadas y joyas de los caídos, sillas, arneses y arreos de los caballos de guerra, las tristes posesiones de los muertos. Ban y Bors recibieron estos valiosos trofeos, y a su vez los distribuyeron entre sus caballeros.

Luego Merlín se despidió del rey Arturo y de los reyes hermanos de allende del mar y viajó a Northumberland para ver a maese Blaise, quien llevaba una crónica. Merlín refirió la gran batalla y su culminación, y enumeró los nombres y hazañas de cada rey y cada esforzado caballero que en ella había contendido, y maese Blaise lo consignó en su crónica, palabra por palabra y tal como Merlín lo refería. Y en los días venideros, Merlín siguió refiriendo a maese Blaise las nuevas batallas y proezas emprendidas en tiempos de Arturo, para que así quedasen consignados en el libro y los hombres futuros pudiesen leerlas y rememorarlas.

Después de esto, Merlín regresó al castillo de Berdgrayne en el bosque de Sherwood, donde el rey Arturo tenía su morada. Llegó a la mañana siguiente de Candelaria disfrazado como era su costumbre y deleite. Se presentó ante Arturo envuelto en un vellocino negro, vestido con un rústico manto y calzado con enormes botas. Llevaba arco y un carcaj con flechas y un par de ocas salvajes en la mano. Se dirigió al rey y le dijo con brusquedad: -Señor: ¿me haréis un obsequio?

El disfraz engañó a Arturo quien dijo con aspereza:

-¿Por qué he de obsequiarle algo a un hombre como tú?

-Sería más sabio obsequiarme algo que no está en tus manos que perder mi tesoro. En el sitio donde se libró la batalla, yace un tesoro sepulto en la tierra.

-¿Quién te dijo eso patán? -inquirió el rey.

-Mi amo Merlín.

Entonces Ulfius y Brastias lo reconocieron por sus artimañas y se rieron.

-Mi señor -le dijeron al rey-, te ha engañado. Es Merlín en persona.

Y el rey quedó atónito por no haberlo reconocido, al igual que Ban y Bors, y todos se rieron de la broma de Merlín, quien estaba feliz como un niño por su éxito.

La batalla le había conferido a Arturo más aura de realeza, y muchos grandes señores y damas vinieron a tributarle homenaje, entre ellos la hermosa Lyonors, hija del conde Sanam. Cuando ella compareció ante el rey, Arturo se prendó de su hermosura y se enamoró en el acto. Ella correspondió a su amor y yacieron juntos, y Lyonors concibió un niño a quien llamaron Bor, que años más tarde se convirtió en un buen caballero de la Tabla Redonda.

Luego Arturo recibió noticias de que el rey Royns de Gales del Norte había atacado al rey Lodegrance de Camylarde, amigo del rey Arturo y el rey decidió acudir en socorro de Lodegrance. Pero ante todo, los caballeros franceses que anhelaban regresar a su hogar fueron enviados a Bendwick para que colaborasen en la defensa de la ciudad contra el rey Claudas.

En cuanto hubieron partido, Arturo, Bors y Ban, con veinte mil hombres, emprendieron una marcha de siete días sobre el territorio de Camylarde y exterminaron a diez millares de hombres del rey Royns, obligaron al resto a la fuga y rescataron al rey Lodegrance de sus adversarios. Lodegrance les dio las gracias, los acogió en su castillo y los colmó de regalos. Y en el festín el rey Arturo vio por primera vez a la hija del rey Lodegrance. Se llamaba Ginebra y Arturo la amó entonces y siempre, y más tarde la convirtió en su reina.

Era llegada la hora de que los reyes franceses volvieran a sus tierras, pues en ellas, según supieron el rey Claudas libraba una guerra devastadora y Arturo se ofreció a acompañarles. Pero los reyes replicaron:

-No, no es momento de que nos acompañes, pues aquí te espera la ardua tarea de pacificar tu reino. Y ahora no necesitamos tu ayuda, pues con todos los regalos que nos diste podemos contratar buenos caballeros que nos ayuden contra Claudas -y añadieron-: Te prometemos por la gracia de Dios que en caso de necesitarte te lo haremos saber, y también prometemos que si necesitas algo de nosotros te bastarás comunicárnoslo para que acudamos a socorrerte sin demora. Lo juramos.

Entonces Merlín, que se encontraba cerca de ellos lanzó esta profecía: -No será necesario que estos dos reyes regresen a Inglaterra para luchar. No obstante, no tardarán en encontrarse nuevamente con el rey Arturo. Dentro de uno o dos años requerirán su ayuda y él los socorrerá contra sus enemigos tal como ellos lo han socorrido contra el suyo. Los once señores del norte morirán todos en un mismo día destruidos por dos valerosos caballeros, Balin el Savage y su hermano Balan. -Luego Merlín guardó silencio.

Los señores rebeldes, al abandonar el campo de batalla, enfilaron hacia la ciudad de Surhaute en tierra del rey Utyens, y allí descansaron, y se repusieron y cuidaron de sus heridas con el pecho lleno de pesadumbre por la pérdida de tantos hombres. Al poco tiempo recibieron nuevas de que cuarenta mil sarracenos incendiaban y asolaban sus territorios y que hombres sin escrúpulos aprovechaban su ausencia para robar, quemar y saquear sin misericordia.

-Las penas se suman a las penas -se quejaron los once-. Si no hubiésemos luchado contra Arturo, ahora contaríamos con su ayuda. No podemos contar con el auxilio del rey Lodegrance porque es amigo de Arturo, y Royns está demasiado ocupado con sus propias guerras como para ayudarnos.

Tras ulteriores consultas decidieron proteger las fronteras de Cornualles, Gales y el Norte. El rey Idres se instaló en la ciudad de Nauntis, en Bretaña, con cuatro mil hombres, para custodiar de cualquier ataque por tierra o por mar. El rey Nentres de Garlot se estableció en la ciudad de Windesan con cuatro mil caballeros. Ocho mil hombres ocuparon las fortalezas de los límites de Cornualles, mientras que otros eran destacados para defender las marcas de Gales y Escocia. Así se mancomunaron para enmendar su suerte, atrayendo más hombres y aliados a su cofradía. El rey Royns se les unió después de ser derrotado por Arturo.

Y entretanto los señores del norte reorganizaban sus mesnadas, juntaban implementos de guerra y alineaban pertrechos para el futuro, pues habían resuelto vengarse de la derrota que Arturo les había infligido en Bedgrayne.



Continúa...
John Steinbeck, El rey Arturo y sus caballeros

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