martes, 10 de febrero de 2009

De la magia erótica al amor romántico (III)

¿Quién puso la Reina sobre el tablero? (II)

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En la abadía occitana en Fontebrault las monjas redactan numerosos comentarios del Cantar de los Cantares bíblico, interpretando como metáforas místicas las imágenes claramente eróticas del poema amoroso. No deja de ser curioso que este poema atribuído al rey Salomón -monarca sabio y mago legendario- se pusiera de moda en los conventos precisamente en los tiempos en que el papa-monje Gregorio VII instituyó el celibato obligatorio de los sacerdotes, a pesar de las encendidas protestas de los más prestigiosos hombres de la Iglesia, como san Bernardo de Charaval, el fundador del Clíster, que anunció con lucidez profética todas las desviaciones y conductas sexuales aberrantes del clero que se derivarían de semejante imposición. ¿Qué interés podía tener en aquel contexto para unas religiosas célibes un texto tan fuertemente cargado de deseo sexual?

Entre finales del siglo XII y comienzos del XIII se multiplican otras comunidades de mujeres piadosas. No se trata de monjas, ya que viven fuera de los claustros regidos por la Iglesia. Son iluminadas o místicas en las que es frecuente el trance extático. Según afirma el papa Juan XXII este colectivo femenino contaba con cientos de miles de miembros en la Europa del siglo XIV. No es fácil distinguir cuáles de esas numerosas comunidades religiosas libres eran ortodoxas y cuales atesoraban un legado herético en secreto.

En esta región, antes y después de la cruzada albigense que acabó con el catarismo, eran frecuentes las beguinas, nombre cátaro que se daba a las místicas errantes. Según sostiene la Crónica de Morosini, un documento fechado en 1429, incluso Juana de Arco, la poderosa dama que resplandeció por derecho propio dirigiendo los caballeros en las batallas libradas sobre el gran tablero de Francia, había sido una beguina.

De nuevo descubrimos una inesperada coincidencia entre las monjas aplicadas a estudiar y comentar el poema amoroso del Cantar de los Cantares y estas sospechosas comunidades de religiosas organizadas al margen de la Iglesia de Roma y su disciplina, que en el siglo XII daban sus primeros pasos. Unas y otras componían versos de amor místico inspirados en el Cantar. Además, el término beguina proviene de beguin, palabra que designaba un gorro de lana usada por los místicos errantes de la Iglesia del Amor de los herejes cátaros. El vínculo entre los dos conceptos es tan estrecho que, según Denis de Rougemount, el dicho popular francés "tener un beguin" significaba "estar enamorado" todavía en la primera mitad del siglo XX, cuando este autor publicó su magnífica obra.

El amor humano servía de metáfora al amor divino en las exégesis del Cantar de los Cantares que hacían las monjas y ambos se encuentran aludidos en el nombre con que la misma época identificaba a las místicas de una herejía que prendió con fuerza en el corazón de las mujeres, dado que entre los cátaros no se les discriminaba y podían alcanzar el grado de "Perfectas" en igualdad con los varones.

¿Nos encontramos ante otra coincidencia casual? En nuestra exploración descubrimos a un hombre docto que predica el próximo advenimiento del Espíritu Santo y decidimos escucharle por si nos aporta alguna pista que nos ayude a solucionar estos enigmas. Se llama Joaquín de Fiore y es uno de los grandes heterodoxos de la Baja Edad Media. Pero lo que más nos llama la atención de su encendido discurso es que mantiene algo insólito para la Cristiandad dominante: el Espíritu Santo se manifestaría encarnado en una mujer para inaugurar la Nueva Era.


Continúa...
Luis G. La Cruz, De la magia erótica al amor romántico

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