viernes, 9 de enero de 2009

El rey Arturo y sus caballeros – Merlín (IV)

Muchos de los señores presa de la envidia y el furor, dijeron que era vergonzoso e insultante que el reino fuera gobernado por un muchacho cuya sangre no era real. La decisión se postergó hasta Candelaria, tras acordar una nueva reunión para esa fecha. Se designaron diez caballeros para vigilar la espada y la piedra. Se alzó una tienda para protegerla y a toda hora había cinco caballeros en guardia.

En Candelaria acudió un número aún mayor de señores para intentar sacar la espada, pero nadie pudo lograrlo. Arturo, al igual que antes, lo consiguió sin esfuerzo. Entonces, los airados varones postergaron la resolución hasta Pascua y de nuevo Arturo fue el único capaz de extraer la espada. Algunos de los grandes señores se oponían a que Arturo ciñera la corona y demoraron la prueba definitiva hasta Pascua de Pentecostés. Tan enfurecidos estaban que la vida de Arturo corría peligro. El arzobispo de Canterbury, aconsejado por Merlín, convocó a aquellos caballeros a quienes Uther Pendragon había depositarios de su amor y su confianza. Hombres de la talla de sir Bawdewyn de Bretaña, sir Kaynes, sir Ulfius y sir Brastias, todos ellos y muchos más permanecieron días y noches cerca de Arturo para protegerlo hasta la Pascua de Pentecostés.
Cuando llegó Pentecostés, se reunió una gran multitud y hombres de toda ralea se esforzaron por sacar la espada de la piedra, sin que ninguno tuviera éxito. Luego Arturo subió a la piedra en presencia de todos los señores y de las gentes comunes y extrajo la espada con facilidad y la exhibió ante todos ellos. El pueblo quedó convencido y declaró a viva voz y al unísono:

-Queremos que Arturo sea nuestro rey sin más demora. Evidentemente, es voluntad de Dios que sea rey y mataremos a todo aquel que se interponga en su camino.

Y así, ricos y humildes se arrodillaron y solicitaron el perdón de Arturo por haber demorado tanto tiempo. Arturo los perdonó, y luego tomó la espada en sus manos y la depositó en el altar mayor. El arzobispo tomó la espada y tocó a Arturo en el hombro y lo armó caballero. Luego Arturo juró ante todos los señores y las gentes comunes que sería un rey justo y leal hasta el fin de sus días.

Ordenó a los señores que habían recibido honores y tierras de la corona que cumplieran con las obligaciones debidas a él. Y luego escuchó las quejas y acusaciones de los crímenes y desmanes perpetrados en el reino desde la muerte de su padre Uther Pendragon, que aludían a territorios y castillos tomados por la fuerza, a hombres asesinados, a caballeros, damas y gentileshombres asaltados y despojados durante este período en que no había rey ni justicia. Y Arturo hizo devolver sus tierras y posesiones a sus auténticos propietarios.

Cumplida esta tarea, el rey Arturo organizó su gobierno. Designó a sus caballeros más fieles para los altos cargos. Nombró a sir Kay senescal de toda Inglaterra y a sir Bawdewyn de Bretaña condestable, para que guardara el orden y la paz. A sir Ulfius lo nombró chambelán y a sir Brastias guardián de las marcas del norte, pues del norte procedía la mayor parte de los enemigos de Inglaterra. En pocos años Arturo conquistó el norte y tomó Escocia y Gales y, si bien algunas regiones se le opusieron por un tiempo, a todas concluyó por dominarlas.

En cuanto impuso la paz y el orden en todo el reino y demostró que era un auténtico rey, Arturo se trasladó con sus caballeros a Gales para hacer formalmente coronado en la antigua ciudad de Caerleon. Escogió Pentecostés como día de la coronación y dispuso una gran fiesta para todos sus súbditos.

Muchos grandes señores se reunieron en esa ciudad con sus servidores. El rey Lot de Lothian y Orkney asistió acompañado por quinientos caballeros y el rey de Escocia, que era muy joven, vino acompañado de seiscientos, y el rey de Carados, de quinientos. Y finalmente llegó uno a quien llamaban el Rey de los Cien Caballeros, cuyos hombres estaban maravillosamente armados y equipados.

A Arturo le complacía esta multitud pues esperaba que todos acudieran a rendirle honores el día de su coronación y, exaltado por el acontecimiento, envió presentes a los reyes y a los caballeros que habían venido juntos. Pero sus esperanzas eran vanas. Los reyes y los caballeros rechazaron los presentes e insultaron a los portadores. Por toda explicación, declararon que no podían aceptar los obsequios de un mozo imberbe y sin linaje y manifestaron a los mensajeros del rey que los dones que ellos traían para Arturo eran la espada y la guerra, pues les avergonzaba que una tierra tan noble estuviera en manos de un niño sin nobleza, y que ése era el motivo que los congregaba.

El rey Arturo recibió esa amenazadora respuesta, sus esperanzas de paz se disiparon. Reunió en consejo a sus caballeros fieles, quienes le aconsejaron que se instalara en una torre amurallada, con armas y provisiones. Arturo llevó consigo a quinientos de sus caballeros más diestros y valientes.

Entonces los señores rebeldes pusieron sitio a la torre, pero no pudieron tomarla porque estaba bien defendida.

Quince días duraba el sitio cuando Merlín apareció en la ciudad de Caerleon y los señores le
dieron la bienvenida porque confiaban en él. Inquirieron por qué el joven Arturo había ocupado el trono de Inglaterra.

-Señores míos, os diré la razón. Arturo es hijo del rey Uther Pendragon nacido de Igraine, quien fue esposa del duque de Tintagel, y por eso le corresponde ser rey de Inglaterra.

-En este caso, Arturo es un bastardo y un bastardo no puede ser rey –exclamaron los caballeros.

-No es verdad –dijo Merlín-. Arturo fue concebido más de tres horas después de la muerte del duque y trece días más tarde Uther desposó a Igraine y la convirtió en su reina. Por lo tanto, Arturo nació en el seno del matrimonio y no es un bastardo. Y os anuncio que pese a quienes o a cuantos se le opongan, Arturo es el rey y derrotará a todos sus enemigos y por mucho tiempo reinará sobre Inglaterra, Irlanda, Escocia y Gales, así como sobre otros reinos que no me molestaré en nombrar.

El mensaje de Merlín provocó el estupor de alguno de los reyes, quienes creyeron en la verdad de sus palabras. Pero el rey Lot y otros se burlaron incrédulamente de ellas e insultaron a Merlín llamándolo brujo y charlatán. A lo sumo, se comprometían a escuchar a Arturo en caso de que él se dignara a hablarles.

Entonces Merlín se introdujo en la torre, pero para precaverse contra cualquier traición vistió doble cota de malla de acero debajo de la túnica. El arzobispo de Canterbury lo acompañó y lo propio hicieron sir Bawdewyn de Bretaña, sir Kay y sir Brastias, sus caballeros más diestros y esforzados.

Cuando Arturo salió al encuentro de los señores rebeldes, en ambos bandos se alzaron palabras fuertes y airadas. Arturo declaró con firmeza que los forzaría a aceptar su mandato. Entonces los reyes se retiraron enfurecidos y Arturo los vituperó e irónicamente les suplicó que se cuidaran, y ellos le retrucaron que también a él le convenía velar por su salud. Luego Arturo regresó a la torre y él y sus caballeros se armaron y se dispusieron a defender la plaza.


Continúa…
John Steinbeck, El rey Arturo y sus caballeros

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