miércoles, 7 de enero de 2009

Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes (VIII)

CUESTIONES DE CRONOLOGÍA (I)

Las cuestiones relativas a la cronología son de las que más embarazan a los orientalistas, y este embarazo es generalmente justificado; pero se equivocan, por una parte, en conceder importancia excesiva a estas cuestiones, y, por otra, en creer que podrán llegar, por sus métodos ordinarios, a obtener soluciones definitivas, cuando no llegan en efecto sino a hipótesis más o menos caprichosas, sobre las cuales, por otra parte, están lejos de ponerse de acuerdo entre sí. Hay sin embargo algunos casos que no presentan ninguna dificultad real, al menos cuando aceptan no complicarlos como se intenta con las sutilezas y las argucias de una "crítica" y de una "hipercrítica" absurdas. Tal es especialmente el caso de documentos que, como los antiguos anales chinos, contienen una descripción precisa del estado del cielo en la época a la cual se refieren; como el cálculo de su fecha exacta se basa en datos astronómicos ciertos, no puede tolerar ninguna ambigüedad. Desgraciadamente, este caso no es general y hasta es casi excepcional, y los otros documentos, los documentos hindúes en particular, no ofrecen para la mayoría nada de esto para guiar las investigaciones, lo que en el fondo prueba, simplemente, que sus autores no tuvieron la menor preocupación de "establecer una fecha" con el objeto de reivindicar cualquiera prioridad. La pretensión a la originalidad intelectual, que en buena parte contribuye al nacimiento de sistemas filosóficos, es, aun entre los occidentales, cosa muy moderna, que ignoró la Edad Media; las ideas puras y las doctrinas tradicionales nunca constituyeron la propiedad de tal o cual individuo, y las particularidades biográficas de los que las expusieron e interpretaron son de importancia mínima. Por lo demás, aun para China, la observación que hicimos hace poco no se aplica, a decir verdad, más que a los escritos históricos, pero estos son, después de todo, los únicos para los cuales presenta verdadero interés la determinación cronológica, puesto que esta mínima determinación no tiene sentido ni alcance más que desde el solo punto de vista de la historia. Hay que señalar, por otra parte, que, para aumentar la dificultad, existe en la India y sin duda también en ciertas civilizaciones desaparecidas, una cronología, o más exactamente algo que tiene la apariencia de una cronología, basada en nombres simbólicos, que no hay que tomar de ningún modo literalmente por nombres de años; ¿no se encuentra análogo hasta en la cronología bíblica? Solo que una pretendida cronología se aplica exclusivamente, en realidad, a períodos cósmicos, y no a períodos históricos; entre unas y otras no hay confusión posible, sino es por efecto de una ignorancia bastante grosera, y sin embargo estamos obligados a reconocer que los orientalistas han dado demasiados ejemplos de semejantes equivocaciones.

Una tendencia muy general en estos mismos orientalistas es la que los lleva a reducir lo más que es posible, y a menudo más allá de toda medida razonable, la antigüedad de las civilizaciones de que se ocupan, como si se sintieran molestos por el hecho de que estas civilizaciones hayan podido existir y estar en pleno desarrollo en épocas tan lejanas, tan anteriores a los orígenes más remotos que se puede asignar a la actual civilización occidental, o más bien a las que la precedieron directamente; su prejuicio a este respecto no parece tener otra excusa que ésta, que es en verdad muy insuficiente. Por lo demás, este mismo prejuicio se ejerció también sobre cosas mucho más vecinas del Occidente, bajo todos conceptos que las civilizaciones de China y de la India, y aun las de Egipto, Persia y Caldea: es así como se han esforzado, por ejemplo, en "rejuvenecer" la "Cabbalah" hebraica de manera que se pueda suponer en ella una influencia alejandrina y neoplatónica, cuando fue lo contrario muy seguramente lo que se produjo en realidad; y esto siempre por la misma razón, es decir, nada más porque se ha convenido a "priori" que todo debe venir de los griegos, que estos tuvieron el monopolio de los conocimientos en la antigüedad, como los europeos se imaginan tenerlo ahora, y que fueron siempre como estos mismo europeos pretenden serlo en la actualidad, los educadores y los inspiradores del género humano. Y sin embargo Platón, cuyo testimonio no debía ser sospechoso en la circunstancia, no teme asentar en el Timeo que los egipcios llamaban niños a los griegos; los orientales tendrían todavía hoy muchas razones para decir lo mismo de los occidentales, si los escrúpulos de una cortesía quizá excesiva no les impidieran a menudo llegar hasta ahí. Recordamos sin embargo que esta misma apreciación fue formulada precisamente por un hindú que oía exponer por la primera vez las concepciones de ciertos filósofos europeos, y que estuvo muy lejos de mostrarse maravillado cuando declaró que estas eran ideas buenas cuando más para un niño de ocho años.

Los que piensan que reducimos demasiado el papel desempeñado por los griegos, haciendo de él casi exclusivamente un papel de "adaptadores", podrían objetarnos que no conocemos todas sus ideas, que hay muchas cosas que no han llegado hasta nosotros. Esto es cierto sin duda, en algunos casos, y principalmente en la enseñanza oral de los filósofos pero ¿lo que conocemos de sus ideas no es de todos modos ampliamente suficiente para permitirnos juzgar de lo demás? La analogía, que nos sumistra el medio de ir, en cierta medida, de lo conocido a lo desconocido, nos da aquí la razón, y por lo demás según la enseñanza escrita que poseemos hay por lo menos fuertes presunciones para creer que la enseñanza oral correspondiente, en lo que tenía precisamente de especial y de "esotérica", es decir de "más interior", fue como la de los "misterios", con la cual debió tener muchas relaciones, más profundamente impregnada aun de inspiración oriental. Fuera de esto, la misma "interioridad" de esta enseñanza no hace más que garantizarnos que estaba menos alejada de su fuente y menos deformada que cualquiera otra porque estaba menos adaptada a la mentalidad general del pueblo griego, sin lo cual su comprensión aun hubiese requerido, evidentemente, una preparación especial, sobre todo una preparación tan larga y tan difícil como lo era, por ejemplo, la que estaba en uso en las escuelas pitagóricas.


Continúa...

René Guenon, Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes

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