miércoles, 21 de enero de 2009

El rey Arturo y sus caballeros - Merlín (V)

Entonces Merlín se reunió con los furibundos señores.

-Sería prudente que obedeciérais a Arturo -les dijo-, pues aunque decuplicaráis vuestro número él os derrotaría.

-No somos la clase de hombres que se asusta por lo que diga un embaucador y un lector de sueños -le respondió el rey Lot.

Entonces Merlín desapareció de allí y apareció en la torre al lado de Arturo. Le aconsejó al rey que atacara pronto y fieramente mientras los rebeldes estaban desprevenidos y no habían llegado a un acuerdo, consejo que resultó muy atinado, pues doscientos de los mejores hombres abandonaron a los señores y se unieron a Arturo, quien se sintió animado y fortalecido.

-Mi señor -dijo Merlín- ahora lánzate al ataque pero no luches con la milagrosa espada de la piedra a menos que te veas en serios apuros y en apuros. Sólo entonces podrás desenvainarla.

Enseguida se abrieron las puertas de la torre para dar paso a Arturo y a sus mejores caballeros, quienes sorprendieron a sus enemigos en el campamento y cayeron sobre ellos dando tajos a diestro y siniestro. Arturo los condujo y luchó con tal ferocidad y destreza que sus caballeros, al ver su vigor y habilidad, sintieron redoblarse su valor y su confianza y se lanzaron al combate con renovadas fuerzas.

Algunos de los rebeldes irrumpieron por la retaguardia y rodearon y atacaron por la espalda a las fuerzas de Arturo, pero Arturo volvió a grupas y repartió mandobles a uno y otro lado, internándose en lo más tupido de la batalla hasta que le mataron el caballo. Cuando Arturo quedó sin montura el rey Lot se abalanzó sobre él pero cuatro de sus caballeros se lanzaron a rescatarlo y le trajeron otro corcel. Sólo entonces el rey Arturo desenvainó la milagrosa espada de la piedra, cuya hoja despidió un resplandor que encegueció a sus adversarios, a quienes hizo retroceder con gran pérdida de hombres.

Entonces los pobladores de Caerleon se sumaron a la lucha con palos y garrotes, derribando a muchos caballeros y dándoles muerte. Pero la mayor parte de los señores se mantuvo unida y, guiando a sus restantes caballeros, se retiró en Roden defendiendo la retaguardia. En este momento Merlín apareció ante Arturo y le aconsejó no perseguirlos pues sus hombres estaban fatigados por el combate y eran pocos en número.

Luego Arturo reposó y celebró con sus caballeros. Y al poco tiempo, cuando se restableció el orden marchó de regreso a Londres y convocó a todos sus barones leales a un consejo general. Merlín predijo que los seis señores rebeldes proseguirían la guerra con esporádicas irrupciones y correrías por el reino. Cuando el rey preguntó a los barones qué convenía hacer, ellos respondieron que no podían ofrecerle sus consejo, sino sólo su fuerza y lealtad.

Arturo les agradeció su valor y su apoyo, pero les dijo:

-Ruego a cuantos me amáis que habléis con Merlín. Sabréis lo que él hizo por mí. Él conoce muchas cosas extrañas y secretas. Cuando estéis con él, pedidle consejo acerca de nuestras próximas decisiones.

Los barones asintieron, y cuando Merlín vino a ellos le suplicaron ayuda.

-Puesto que me lo preguntáis os lo diré -dijo Merlín-. Os diré que vuestros enemigos son excesivamente poderosos para vosotros y que son tan buenos guerreros como el que más. Por otra parte, ya acrecentaron su coalición con cuatro señores más y un poderoso duque. A menos que el rey pueda hallar más caballeros que los que hay en el reino está perdido. Si enfrenta a sus enemigos con las fuerzas que dispone, ganará la derrota y la muerte.

-¿Qué conviene hacer entonces? -exclamaron los barones-. ¿Cuál es el mejor partido?

-Escuchad mi consejo -dijo Merlín-. Cruzando el canal, en Francia, hay dos hermanos, ambos reyes, y hombres aguerridos. Uno es el rey Ban de Benwick y el otro el rey Bots de Galia. Estos reyes están en guerra con un rey llamado Claudas, quien es tan rico que puede contratar a cuantos caballeros le plazca, de modo que tiene ventaja sobre los dos reyes hermanos. Sugiero que nuestro rey escoja a dos caballeros y los mande con mensajes al rey Ban y al rey Bots, pidiéndoles socorro contra sus enemigos y prometiéndoles ayuda contra el rey Claudas. ¿Qué os parece mi sugerencia?

-A mí me parece un buen consejo- dijo el rey Arturo. Hizo redactar dos cartas en lengua muy cortés dirigidas al rey Ban y al rey Bots, llamó a sir Ulfius y a sir Brastias y les recomendó que entregaran las cartas. Ambos partieron con buenas armas y buenas monturas y cruzaron el canal para continuar luego rumbo a la ciudad de Bendwick. Pero en una senda estrecha del camino los interceptaron ocho caballeros que intentaron capturarlos. Sir Ulfius y sir Brastias rogaron a los caballeros que les permitieran el paso, dado que traían mensajes del rey Arturo destinados al rey Ban y al rey Bots.

-Habéis cometido un error -dijeron los caballeros-. Somos hombres del rey Claudas.

Entonces dos de ellos pusieron la lanza en ristre y acometieron a los caballeros del rey Arturo, pero sir Ulfius y sir Brastias experimentados en los escudos y afrontaron la carga. Las lanzas de los caballeros de Claudas se despedazaron por el impacto, y los hombres, alzados en vilo, cayeron de sus sillas. Sin detenerse, ni volver grupas, los caballeros de Arturo prosiguieron la marcha. Pero los otros seis caballeros de Claudas galoparon en persecución de ellos hasta que el sendero volvió a estrecharse y dos hombres bajaron las lanzas y se precipitaron sobre los mensajeros. Y estos dos sufrieron la misma suerte que sus compañeros. Quedaron tumbados en el suelo, sin nadie que los socorriera. Por tercera y cuarta vez los caballeros del rey Claudas trataron de detener a los mensajeros y cada uno de ellos fue derribado, de manera que los ocho quedaron magullados y heridos. Los mensajeros no se detuvieron hasta llegar hasta la ciudad de Benwick. Cuando los dos reyes se enteraron de su llegada, enviaron a su encuentro a sir Lyonse, señor de Payarne, y al buen caballero sir Phariance. Y cuando estos caballeros supieron que los recién llegados venían de parte del rey Arturo de Inglaterra, les brindaron la bienvenida y sin demora los condujeron a la ciudad. Ban y Bots acogieron amistosamente a sir Ulfius y sir Brastias pues tenían a Arturo en gran honra y respeto. Luego los mensajeros besaron las cartas que traían y las entregaron en manos de los reyes quienes se complacieron al enterarse del contenido. Aseguraron a los mensajeros que prestarían oídos a la solicitud del rey Arturo. E invitaron a Ulfius y a Brastias a reposar y celebrar con ellos tras la larga jornada. Durante el festín, los mensajeros relataron sus aventuras con los ocho caballeros del rey Claudas. Y Bots y Ban festejaron la historia diciendo:

-Ya véis, nuestros amigos, nuestros nobles amigos, también os dieron la bienvenida. Si lo hubiésemos sabido no habrían salido tan bien librados.

Y los caballeros recibieron de ambos reyes todos los obsequios de la hospitalidad, y tantos regalos que apenas podían llevarlos.

Entretanto, los reyes prepararon su respuesta al rey Arturo e hicieron escribir cartas en las que prometían acudir en socorro de Arturo en cuanto pudieran y con un ejército tan numeroso como les fuera posible. Los mensajeros desandaron el camino sin obstáculos y cruzaron el canal rumbo a Inglaterra. El rey Arturo quedó muy satisfecho.

-¿Cuándo suponéis -preguntó- que vendrán estos reyes?

-Señor -respondieron los caballeros-, estarán aquí antes del día de Todos los Santos.

Entonces el rey despachó mensajeros a todas partes del reino anunciando una gran fiesta para el día de Todos los Santos y prometiendo justas y torneos y toda suerte de entretenimientos.

Los reyes, tal como lo habían prometido, cruzaron el mar y entraron en Inglaterra, acompañados por trescientos de sus mejores caballeros totalmente equipados con vestiduras de paz y armaduras de guerra. Fueron recibidos con gran pompa y Arturo acudió a darles la bienvenida a diez millas de Londres, con gran júbilo de los reyes y de todos los presentes.



Continúa...
John Steinbeck, El rey Arturo y sus caballeros

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