sábado, 17 de enero de 2009

La taberna de la Historia (X)


Erasmo en canoa


Este es el relato de Diego Méndez:

Miraba yo a esos náufragos desgraciados en Jamaica que clamaban a Dios. Don Cristóbal era una miseria, con su hijo y su hermano, que daban compasión. Por la noche lo oía llorar de dolor, de ira, de soberbia. Semejante palo de hombre, como si estuviera él mismo comido por la broma. Yo, su criado, sentía que el alma se me partía. Me daba cuenta, sabía que era un loco, pero hay cosas que piden a voces justicia y galardón. ¡Quien había unido la Europa con el Asia tirado así, ahora, en una playa de indios! Lo único era ir a humillarse ante el gobernador de Santo Domingo: pedir a Ovando ayuda por misericordia. ¿Cómo? ¿Cómo ir de una isla a la otra si no era metiéndose en una canoa, y arriesgar? Decidí hacerlo. Le dije: "Amo y señor mío: ¿cómo va a ser que se muera de hambre y abandono en estas playas? ¿Acaso puede Dios permitir que quien ha triunfado en la más peligrosa hazaña de todos los tiempos quede aquí abandonado de su rey y de su reina, monarcas que le colmaron de honores y a quienes sirvió como ningún hijo de España? ¿Que quien estuvo en Barcelona sentado a su lado en escabel perezca entre estos indios? ¿Que en la isla vecina ociosos y relajados, disfruten otros de una colonia que es suya por las escrituras reales?".

Con unos canastos de casabe y poco más para el mantenimiento, y unos indios remeros, salimos en dos canoas. Me acompañaba otro español. Todavía lo estoy viendo a él, flaco y amarillo, despidiéndome sin voz, a tiempo que arrancaba en la canoa a la buena del Todopoderoso. Lo vi disminuyendo de tamaño hasta que se hundió bajo la raya del horizonte. Andando se me agrandaba el mar. Con las horas fueron desapareciendo hasta los pájaros. Yo sabía poco de navegaciones y no estaba seguro de llegar con precisión a la otra isla. Y por algo raro, no pensaba en mí sino en él. Él, a quien todo lo llevaba a pensar en Esdras y san Ambrosio, cuando yo era de los que solo buscan en el Nuevo Testamento. Porque había dos mundos no solo en esto de las tierras separadas sino en lo que decía la Biblia y descubría para mí el maestro único: Erasmo. Parece fuera de toda realidad ver a dos hombres perdidos en las aguas de este en que estábamos, mar del Japón, el uno navegando con el Viejo Testamento, y el otro con el Nuevo. Mi amo, con las Crónicas, Esdras y Nehemías, y yo, su criado, sacando de las bibliotecas apolilladas de los escolásticos esa deliciosa revolución de la inteligencia llamado Erasmo!!! ¿Quién ha imaginado semejantes discrepancias en las Indias nuevamente descubiertas? ¿Se dan cuenta quienes me oyen de don Cristóbal escribiendo el Libro de las Profecías, y yo haciendo mi tesoro con las obras del maestro de Rotterdam? ¿Y todo entre navegantes analfabetos, sacados de las prisiones e indios que al mirarnos no sabían si comernos o dejarnos vivos? ¿Yo navegando por buscar nave que sacara de la isla del naufragio a mi amo de estos mares lejanos, y con la imaginación puesta en el otro amo que ni me conocía, el de la remota Flandes de los humanistas?

¡Y llegué a La Española! Era mes de julio, resplandeciente, todo de oro en el azul Caribe... ¡Como para arrodillarse y besar la tierra... ensangrentada! ...

Fue más fácil hacer en cuatro días la travesía de Jamaica a La Española que en un año conseguir la manera de recoger los náufragos. En tierra, el huracán de la codicia había creado choques entre los españoles, matanzas con los indios. Los de Jamaica, perdiendo la esperanza. Y yo, buscando un amigo del Almirante que fletara una nave... Al fin surgió Diego de Salcedo, a quien el Almirante, en sus buenos tiempos, había concedido monopolio del jabón... Con una carabela grande y un velero pequeño, este otro Diego llegó a Jamaica y los cien náufragos regresaron a La Española. Entre ellos tres Colones: don Cristóbal, Fernando y Bartolomé... Cristóbal para encaminarse a la muerte. Los otros dos, para seguir llevando un nombre que era más una tragedia que una gloria.


Continúa...
Germán Arciniegas, La taberna de la historia

No hay comentarios: